
Duelo a espadas en el siglo XIX
Antes de la batalla
Duelo a espadas en el siglo XIX, tan perseguido por unos como alentado por otros, tan decente y legal, por cuestiones de honor, como indecente y monstruoso, pues no era digno de caballeros el batirse hasta la humillación, o tal vez hasta la muerte si así se decidía, de uno de los contendientes.
Leopoldo García Alas y Ureña (Alas Clarín) y Emilio Bobadilla y Lunar (Fray Candil) habían sido amigos y, sin motivo aparente, pasaron a ser enemigos acérrimos. Aunque nunca se llegó a esclarecer, lo más probable es que la disputa se iniciara por alguna palabra que no cayó en gracia, o tal vez, por algún tipo de controversia literaria.
Clarín (1852 – 1901) y Bobadilla (1862 – 1921) llegaron, antes de que se produjeran las disputas y el famoso duelo a espadas, a intercambiar elogios literarios. Estos fueron siempre positivos y aduladores, y con respuestas casi inmediatas por parte de ambos. Los dos se admiraban y apreciaban el trabajo del otro.
Es un hecho que Bobadilla no necesita ser presentado al público, pues por libros anteriores es muy conocido y apreciado. Se trata de un compañero de armas, de un simpático y valiente colega.
Clarín es el escritor satírico de más ingenio y saber que ha habido en España.
Duelo a espadas: la disputa
Cuando la relación entre ambos se enturbió comenzó lo que hoy se conoce con el sobrenombre de El primer duelo, una serie de ataques y réplicas que quedaron reflejadas en Madrid Cómico, una revista satírica, humorística y antimodernista fundada en 1880 por Miguel Casañ y vendida, tiempo después, a Sinesio Delgado.
La disputa comenzó el 23 de enero de 1892, en el número 466 (página 3) con unas palabras de Clarín: «También era yo amigo de Don Emilio Bobadilla…». A este le siguieron réplicas y ataques continuos, hasta que Sinesio Delgado, propietario por entonces de Madrid Cómico, harto de tanta disputa absurda, dio por finalizado el asunto en el nº 471 (5 de marzo de 1892), pero Clarín no se dio por satisfecho, añadiendo un último comentario en el nº 472 (página 6):
[…] La verdadera última palabra voy a decirla yo. Bobadilla se concreta a contestar, como yo se lo decía, a mi invitación de batirse conmigo a florete y resulta que no acepta. Bobadilla se me figura que trata de no entenderme para prepararse a negarme un derecho que es evidente. Si me reconoce el derecho que reclamo, todo será cuestión de coser y cantar.
La carta del obispo
Tras finalizar el famoso duelo a espadas, el obispo Martínez Vigil, que ya había mantenido alguna que otra disputa con Clarín, envió una carta al ministro de Fomento, fechada en Oviedo, el 23 de marzo de 1892:
Según anuncian varios periódicos el catedrático de Derecho Romano de esta Universidad, D. Leopoldo Alas y Ureña, acaba de batirse en duelo a espadas en las afueras de la corte. Sin prejuicio de ocuparme con este asunto en el Senado, si es necesario, lo elevo a su conocimiento, cumpliendo con el deber que me impone mi cargo de pastor de un pueblo, obligado a entregar a sus hijos a la dirección literaria de semejante profesor.
Recorte del diario tradicionalista ovetense La Victoria de la Cruz (22-3-1892)
El duelo ha sido a sable, y hubo dos asaltos, de los cuales resultó el Sr. Alas con una contusión en el brazo izquierdo y otra en la boca. El Sr. Bobadilla también fue alcanzado en el segundo asalto, produciéndole un ligero rasguño en uno de los brazos. Fueron testigos el distinguido novelista, Palacio Valdés, y el redactor de El Liberal, señor Tuero.
—¿Será el drama a cuyo estreno fue Clarín?
—El duelo ha servido para demostrarle que debe tener cuidado con la boca, porque el crítico, como el pez, por la boca muere.
A la muerte de Clarín, años después, Bobadilla dijo: «Nos pusimos de oro y azul, acabando por batirnos en duelo a espadas. No le conocía personalmente. Lo que yo padecí, nadie lo sabe. Tener que matarme con un hombre a quien yo quería y admiraba».
1 comment
¿Los duelos?. Bueno, a fin de cuentas son actos voluntarios.