Biografía
Sławomir Mrożek nació en Borzęcin (Polonia) en junio de 1930. Fue un dramaturgo, escritor, dibujante satírico y periodista político que expresó, a través de sus historias, el comportamiento humano concebido desde la enajenación y el desequilibrio, o perturbación, y el abuso de poder de los sistemas totalitarios.
Tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial y hasta el término de esta, Sławomir Mrożek se trasladó a vivir a Cracovia junto con su familia. Se graduó en la Nowodworski Lycée en 1949, y un año después comenzó a trabajar como hackwriter para la Przekrój, una revista de noticias de publicación semanal.
En 1953, durante la persecución de los líderes religiosos polacos encarcelados por el Ministerio de Seguridad Pública, participó en la difamación de los sacerdotes católicos de Cracovia, algunos de los cuales fueron condenados a muerte (las sentencias nunca se ejecutaron) acusados de traición por el gobierno comunista.
Después de aquello, como miembro del Partido Obrero Unido, escribió un artículo (Zbrodnia główna i inne [El crimen mayor y otros]) para el periódico principal de Polonia apoyando el veredicto. En él comparó a los sacerdotes condenados con los miembros integrantes de las SS y con los asesinos del Ku-Klux-Klan.
La deserción
Viviendo en Katowice, en 1958, se casó con Maria Obremba. Se mudaron a Varsovia al año siguiente. En 1963 viajaron a Italia. Decidieron desertar. Tras cinco años de convivencia se trasladaron a Francia. Sławomir Mrożek obtuvo la ciudadanía francesa en 1978 (su esposa falleció en 1969).
Al salir de Polonia, Mrożek se convirtió en un crítico feroz del régimen comunista de su país, protestando públicamente contra la invasión del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia. En 1987 se casó con Susana Osorio-Mrozek, una mujer de origen mexicano.
Se mudó a Polonia en 1996 estableciéndose en Cracovia. En 2002 sufrió un derrame cerebral. Hacia el año 2008, ya recuperado, abandonó Polonia y se mudó a Niza, en el sur de Francia. Sławomir Mrożek falleció en Niza el 15 de agosto de 2013. Fue enterrado dos días después en la Iglesia de San Pedro y San Pablo, en Cracovia.
La literatura de Sławomir Mrożek
Sus obras de teatro, que pertenecen al género de lo absurdo, estaban destinadas a sorprender, alternando elementos no realistas y referencias políticas distorsionadas a modo de parodia. Su primer libro, The Police, se publicó en 1958. Tango (1965) lo convirtió en uno de los dramaturgos contemporáneos polacos de mayor éxito.
En 1975 se publicó Emigranci (Emigrantes), un retrato amargo e irónico que habla sobre las aventuras y desventuras de dos emigrantes polacos en París. La obra fue producida por el director Andrzej Wajda, y estrenada en el Teatro Stary, en Cracovia, ese mismo año.
Después de la represión militar de 1981, Sławomir Mrożek escribió la única obra de la que dijo haberse lamentado titulada, Alfa, sobre el líder de Solidaridad, Lech Wałęsa. Tras la introducción de la Ley Marcial en Polonia se prohibieron tres de sus obras: Alfa, Vatzlav, y The Ambassador.
Algunos de sus libros (narrativa) traducidos al español
Sławomir Mrożek utilizó el humor surrealista y las situaciones grotescas para revelar las creencias «distorsionadas» de sus personajes. De su primer libro, que contenía dos historias satíricas, se realizó una impresión de 25.000 ejemplares. A partir de 1957 se dio a conocer, también, como un extraordinario narrador:
- El árbol
- Juego de Azar
- La vida para principiantes
- El elefante
- Dos cartas
- Relatos de humor
- La vida difícil
- Huida hacia el sur
- La mosca
- El pequeño verano
- Baltasar
El árbol (Sławomir Mrożek)
[…] Sólo el árbol ha quedado igual. Crece en mi parcela.
Recibí un escrito de la Autoridad. «Existe el peligro —decía el escrito— de que un coche pueda chocar contra el árbol, ya que el árbol crece en la curva. Por lo tanto, hay que talarlo».
Tenían razón, efectivamente, el árbol está junto a la curva, y cada vez hay más coches que cada vez corren más deprisa y sin prudencia. En cualquier momento puede chocar uno contra el árbol. Así que cogí una escopeta de dos cañones, me senté bajo el árbol, y al ver acercarse al primero, disparé. Pero no acerté. Por eso me arrestaron y me llevaron a juicio.
Traté de explicar al tribunal que había fallado únicamente porque mi vista ya no era buena, pero que si me dieran una gafas seguro que acertaba. No sirvió de nada.
No hay justicia. Es verdad que un coche puede chocar contra el árbol y dañarlo. Pero solo con que me dieran una gafas y algo de munición, me quedaría sentado vigilando. ¿Por qué tanta prisa por talar un árbol si hay otros métodos que pueden protegerlo de un accidente?
Y no les costaría nada, aparte de la munición. ¿Acaso es un gasto excesivo?
Este extracto forma parte del libro El árbol (Editorial El Acantilado), una recopilación de relatos.